21 de febrero de 2010

Pluma invitada




El nuevo capital
por Guillermo García

¿Cuál es tu política? Debes tener algo mejor.
Gonzalo Aloras

Desde que era estudiante de comunicación llamaban mi atención las formas de impartir los conocimientos generales de la materia. No tenía relación -al menos hasta cierto punto- con los estilos de los docentes, sino con la creencia general de la Academia sobre lo que los estudios de las -pomposamente llamadas- Ciencias de la Comunicación debían significar socialmente. Aquella paradigmática frase de Marshall McLuhan de "el medio es el mensaje" es cierta pero, a mi entender, le hace falta la epígrafe "aunque no debería serlo"; es decir, estoy convencido de que los estudios de comunicación no deben estar encaminados a los medios sino a los contenidos. Es curioso que lo que, en el canadiense, fue una frase de desnudamiento del statu quo mediático, se tome ahora como portaestandarte de la comunicación, despojándola sin reparos de su contexto. Supongo, por otra parte, que hasta el más ingenuo está de acuerdo con la importancia de los contenidos sobre los medios, sin embargo, llegado a este punto seguimos en ceros. Y es que los contenidos no deben sólo reconocerse sino, por supuesto, reflexionarse y desarrollarse -tal vez sea por esta "complicación" que se mantengan como una añadidura de la carrera. La base de este desarrollo -nada más alejado de la comunicología preponderante- así como de cualquier actividad humana, debe ser la acción ética-política. La carga comunicativa que presupone el desarrollo de cualquier medio -llámese revista, televisión o blog- sólo será útil, en cuanto forma social, si está pensada desde su responsabilidad para con su entorno -desde esta perspectiva, la comunicación también tiene mucho de ecológica. Es decir, antes de la pregunta ¿en qué medio podemos desarrollar cierto contenido? debería preguntarse ¿existe tal contenido?, ¿vale la pena agregar otra carga a la esfera sígnica que actualmente nos sofoca? De otra forma, la labor del comunicador no tiene sentido y su actividad se asemeja, sin dudas, a la del mercenario, el despilfarrador o el cínico. Sin estas preguntas, su implicación ético-política es nula y se transforma en un lastre -uno más- para la sociedad. ¿quién quiere eso? Dicho de otra forma ¿hacia dónde camina la Academia cuando "prepara" estudiantes desde el anarquismo teórico? O más directamente: ¿por qué los estudiantes de comunicación no piensan?

Es gravísimo; los estudios de la carrera -expertos en criticar el modus vivendi de nuestras sociedades- son uno de los principales promotores de su contaminación, de su estado deplorable. Las Ciencias de la Comunicación deben erigirse como esa arena crítica donde se cuestione, entre tantas cosas, la política, la industria, el arte, el poder, el mercado o los medios mismos, complementándose del manejo técnico de algunas herramientas. He acentuado este pensamiento a últimas fechas porque, desde el campo laboral, me he econtrado -como era de esperarse- con las posturas más cínicas respecto al tema; hacer dinero -otro "medio" que se ha convertido en "mensaje"- es esa forma cruel de enterrar cualquier principio.

Ridiculizada como "idealismo" o "ingenuidad", esta postura es la única que podrá contrarrestar los desastres sociales en los que estamos inmersos. Gonzalo Aloras lo llama el Nuevo Capital, "un capital que no es económico y que no produce ningún beneficio a corto plazo", y que defiende las nuevas experiencias creativas que comenzaron con el siglo a partir de la diversidad, la solidaridad y el compromiso social. No me refiero aquí a esas voces que claman por un "mundo mejor" y desde su asiento cultivan el letargo y el desinterés -es, por decir lo menos, irónico ver a las televisoras nacionales promoviendo valores- sino, precisamente, a las voces que desde el lugar que les corresponde y en la medida que les toca, hacen de la actividad ético-política su propio mensaje.

1 comentario:

  1. Gracias Memo por tus valiosas aportaciones, vaya que me motiva a reflexionar, precisamente, en el mensaje, no sólo teórico, sino verdaderamente formativo, que debemos promover como docentes, nosotros los asesores o catedráticos nos quejamos de que nuestros educandos no saben pensar, pero no nos preguntamos si nosotros, como guías, utilizamos adecuadamente la pragmática para motivarlos a pensar. Como buen principio de la comunicación y la mercadotecnia, hay que conocer a nuestro público para ser pertinentes en el mensaje y sobre todo desarrollar talentos en la sociedad.

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